Rodrigo tiene serios problemas de dinero. Le debe a un prestamista que le cobra 20% de interés mensual. Además debe un préstamo bancario, tarjetas de crédito y con sus ingresos no cubre los gastos fijos de su hogar, por lo que con frecuencia debe hacer adelantos de salario.
Inevitablemente él destina la mayor parte de su tiempo a ver cómo arreglar su situación, incluyendo horas de la jornada laboral. Se la pasa haciendo llamadas o “chateándole” a sus amistades en busca de nuevos préstamos que le permitan ir parchando día a día sus compromisos financieros. Su jefe lo ve en el escritorio, tecleando con “normalidad”, sin sospechar que realmente usa menos de la mitad de la jornada para los asuntos de la empresa.
Rodrigo es un caso de presentismo laboral, un mal que poco se aborda aunque es más dañino para las empresas que el ausentismo, pues incide directamente en la productividad, pero es difícil de identificar.
En países como Estados Unidos el costo del presentismo laboral se ha calculado en unos 150 billones de dólares al año, según los datos de la encuesta telefónica American Productivity Audit, que han sido retomados por prestigiosas publicaciones como Harvard Business Review.
El problema –hasta ahora– es que el presentismo se vinculaba únicamente a enfermedades, dejando de lado un factor elemental para la estabilidad de los trabajadores: las finanzas personales.
Conforme más problemas de administración de su dinero tenga el personal, menor dedicación y esmero tendrá en sus labores, pues inevitablemente permanecerá en función de resolver esos asuntos, lo que botará su productividad, causando daños económicos serios en la empresa. Ahora imagine si la mayoría del personal de la empresa tuviera problemas de ese tipo…
Si una persona se ausenta constantemente de sus labores es fácil de identificar y corregir, de modo que no afecte a la empresa, pero si físicamente la persona está, ¿cómo puede detectar que no está cumpliendo con sus funciones? Lo mejor es poner atención a este tema cuanto antes y empezar evaluar qué tanto su organización o empresa enfrenta un bajón en la productividad a falta de sanidad en las finanzas de los colaboradores.
Si los problemas financieros predominan en países desarrollados, con alto poder adquisitivo, póngase a pensar en cómo será en países en vías de desarrollo como Nicaragua. En el país no hay estudios al respecto, pero en base a lo que he visto puedo asegurar que la mayoría tiene problemas de administración de su dinero. Si no lo cree, haga un ejercicio: vea a su alrededor, amigos más cercanos, familiares, vecinos… ¿son pocos o muchos de ellos los que tienen este tipo de dificultades? Ahora le pregunto: si cada una de esas personas dedica más de una hora laboral diaria en solventar esos problemas, ¿qué impacto cree que tenga en las empresas u organizaciones donde laboran?
Por la falta de educación financiera, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha señalado la necesidad de que se incorpore desde las escuelas, por su repercusión en las economías en el mediano y largo plazo, pero como Nicaragua aún se encuentra distante de poner en marcha un proyecto de ese tipo, las empresas deben actuar. ¿Cómo? Hay cuatro recomendaciones básicas al respecto:
Y usted, ¿cuándo empezará a cuantificar el peso de las finanzas de los colaboradores en su empresa?
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