De lo único que tenés claridad es que varios días antes de tu próximo pago no te queda dinero. Nada. Pero no comprendés por qué. No recordás en qué se te fue lo que andabas en la billetera.
La razón de esto es la poca o nula atención que prestamos a ciertos gastos, que por considerarlos relativamente pequeños o inofensivos, no los controlamos. Estos son los universalmente conocidos como gastos hormiga.
Generalmente se cree que gastos hormiga son aquellos gastos pequeñitos, digamos cifras de un dígito, si acaso dos, pero como “pequeño” es un término muy relativo (lo que para mí es pequeño para vos puede no serlo y viceversa), debemos tener claro que gastos hormiga son todos aquellos que realizamos constantemente –a diario o casi diario– y que por su monto, no prevemos en nuestro presupuesto.
Por tanto, gasto hormiga no sólo es la repostería y gaseosa en la cafetería del trabajo o la pulpería cercana, sino también el desayuno que comprás varias veces a la semana camino al trabajo, el taxi que tomaste por levantarte tarde, las comidas o bebidas después del trabajo, los cigarrillos, el pago del estacionamiento o a quien te «cuida» el vehículo, las monedas que regalaste en el semáforo y un sinnúmero de etcéteras que variarán en cada caso y cada bolsillo.
¿Has hecho cuentas de a cuánto ascienden tus gastos en esas cosas? La suma de esos “pequeños” egresos puede alcanzar una cifra alta y aquí me gusta retomar el ejemplo de una amiga, que hasta que hizo su presupuesto de gastos se dio cuenta que el 60% de sus ingresos se le estaba yendo entre taxi y comidas fuera de casa, lo que no dejaba mucho margen para el pago de casa, servicios básicos, pago de deudas y ni hablar del ahorro, porque –claro–, “no era posible”.
Cuando analizamos su caso, observé: gastaba como mínimo C$50 en taxi para ir al trabajo por la mañana (a veces 60 ó 70, según la prisa que llevara) y con frecuencia gastaba en taxi para regresar, sin contar cuando luego del trabajo hacía otras diligencias o salía a divertirse.
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Siendo conservadores: gastaba C$100 en taxi por cada día, incluyendo fines de semana, lo que nos dejaba un gasto mínimo de C$3,000 por mes, los que se convertían en C$36,000 por año ¡sólo en taxi! Visto así luce demasiado, ¿verdad? Si hubiese usado otras alternativas de transporte, hubiese tenido al final de cada año más de C$30,000 para cumplir sus metas.
Ahora debés revisar cuál es ese gasto “pequeño” y constante que vos realizás –o la lista, si es más de uno– y tratar de estimar cuánto destinás a eso por año. ¿Por qué por año? Porque cuando vemos cifras más grandes, tendemos a prestar real atención a un gasto. Se te puede “escapar” la forma en la que gastaste C$20, ¿pero se te escaparía si fueran C$2,000? En este ejercicio no debés escatimar ningún número, por más pequeños que parezcan.
Una vez tengás identificados los gastos hormiga que más erosionan tu bolsillo, viene la mejor parte: qué haremos al respecto.
Al hacer la revisión seguramente te darás cuenta que tus gastos hormiga son cosas que disfrutás y/o cosas que son necesarias en tu día a día pero que no incluías en tu planificación. Empezá por definir cuáles de esos gastos es necesario que sean incluidos en tu presupuesto y dosificalos (prever pago de taxi un par de días a la semana en vez de los siete días, por ejemplo).
Tal vez no podemos costear merienda en el trabajo todos los días, pero sí uno o dos, especialmente si tendrás que quedarte trabajando hasta tarde.
Lo importante es empezar por incluir esos gastos en nuestra planificación y decidir a conciencia cómo los haremos según nuestras posibilidades, para que no siga siendo una fuga de dinero que impida nuestra salud financiera. Recordá que consumir inteligente sí es posible.
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