Conforme ha crecido la economía de Nicaragua y la cartera de créditos, el mercado de seguros también ha despuntado, pues muchos préstamos obligan a contraer seguros de vida para la persona deudora y/o para proteger el bien que funciona como garantía, en casos como préstamos hipotecarios o de vehículos. Pero, ¿realmente la póliza que contrataste te asegura?
En la comunidad en que vivo la gran mayoría adquirimos nuestras viviendas mediante créditos hipotecarios, pero la sorpresa fue que en muchos casos el seguro de vivienda solo era por una cobertura inferior incluso al precio de la estructura. Estaba valorado según el préstamo contraído.
Por ejemplo, si la vivienda había costado 20,000 dólares, pero el préstamo fue únicamente por 15,000, el seguro era por un monto similar. Lo que no sabíamos la mayoría de vecinos era que en caso de un siniestro que destruyera nuestras viviendas, las aseguradoras ni siquiera cubrirían el valor de la vivienda (porque así lo habíamos firmado), por lo que nos podríamos haber quedado sin casa y aún con deuda al banco.
¿Por qué se dan esas situaciones? Muchas veces erramos buscando el seguro más barato sin tomar en cuenta la cobertura. Solo nos interesa pagar menos, o –en caso que lo incluyan en su cuota del préstamo— que no eleve tanto el monto a pagar. Pero lo que debemos garantizar es que realmente estemos cubiertos según lo que necesitamos.
En casos como el que menciono arriba lo ideal es hacer un avalúo de su propiedad y buscar una póliza que le cubra completamente la misma, no solo el crédito. Algunas aseguradoras se encargan de hacer el avalúo sin cargos adicionales.
Pero también se dan casos donde ocurre lo opuesto, estamos “sobrecubiertos” por una póliza y quizás hasta lo desconocemos, solo pagamos. Con los préstamos por vehículos nuevos, por ejemplo, hay que adquirir la llamada póliza de cobertura total, popularmente conocida como “full cover”. Esta suele ser más costosa, porque su cobertura es mayor que la del seguro obligatorio, pero ante el desconocimiento de la mayoría de los usuarios –que no desmenuzamos las pólizas como deberíamos— muchas veces estamos pagando coberturas que no necesitamos, o bien que ni siquiera conocemos. Lo viví: cuando tuve que renovar una póliza de vehículo y decidí indagar cómo abaratarla, me enteré que durante un año había pagado una cláusula que decía que en caso de accidente, si perdía la dentadura, me cubría el trabajo de endodoncia.
¿Por qué no sabía de ello? Porque dejé que todo el trámite del seguro lo hiciera el banco con el que firmé el crédito. Ni ellos me explicaron las coberturas, ni yo pregunté. Me centré en el monto total asegurado y costo de la prima (pésimo de mi parte). A veces en las pólizas hay muchos términos que no comprendemos, pero es mejor indagar de qué se trata y decidir si se desea o no, en vez de pagar por algo desconocido.
Para darle «peso» a sus pesos es necesario saber realmente qué tanto le asegura su seguro. Si las coberturas sobrepasan sus necesidades, no siga regalando el dinero; pero si más bien se queda corta, ajústela de modo que cuente con un respaldo real.
En la medida de lo posible, procure asegurar sus activos y su vida. No es tan caro como se cree, es más caro enfrentar situaciones inesperadas sin protección alguna. Concuerdo con una publicidad extranjera que dice: es mejor tener un seguro y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo. ¿Qué opinás?
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