A los 25 años “Lea” (nombre ficticio) no tenía ni un córdoba ahorrado. Nunca lo había considerado necesario, lo único que tenía presente era que jamás debía endeudarse innecesariamente. Ella creía que solo con eso su tranquilidad financiera estaba asegurada. “Cuando entré a trabajar por primera vez jamás se me pasó por la cabeza ahorrar, porque pensaba que me podía desajustar económicamente”, confiesa.
Hace cinco años obtuvo una beca para estudiar en el extranjero, pero debía aportar un porcentaje del costo total del curso, además que debía llevar dinero para costear los gastos del primer mes. “Ahí fue cuando me di cuenta que necesitaba dinero y que no contaba con ninguna fuente adicional a mi salario ordinario”, recuerda apenada. Aunque destinó todo su aguinaldo para esos gastos no logró cubrirlos, pero lo que más le apesaró es que en pleno diciembre dejó sin dinero a su familia, que entonces dependía únicamente de ella.
En el exterior aprendió la importancia del ahorro y cuando regresó a Nicaragua empezó a hacerlo, decidida a que no volvería a verse en un aprieto así. Crearse el hábito, priorizándolo antes que a otros gastos, hizo que “Lea” tuviera un fondo cada vez mayor, que le ha permitido comprar su vehículo de contado, pagar la prima de su casa, hacer mejoras en su propiedad, entre muchas otras cosas más. “Pero eso ha sido posible con los ahorros y aunque estos se reduzcan drásticamente, (cuando ha hecho esas adquisiciones) eso no me desanima a meter aunque sean 10 dólares mensuales; y ahí va creciendo, poco a poquito”, cuenta ahora a sus 30 años.
Anteriormente hemos dejado claro que el ahorro es posible siempre que haya voluntad para realizar los esfuerzos que implica, pero ahora quiero abordar para qué sirve hacer ese “sacrificio”.
El ahorro no es más que quitar una parte —sin menospreciar ninguna cantidad— de los ingresos que se destinan para el consumo y separarlos. Esto le ayudará a convertir en realidad una meta, ya sea de corto plazo, como comprar un electrodoméstico o tener un fondo para imprevistos; de mediano plazo, por ejemplo si quiere comprar un vehículo, pagar la prima de una vivienda o comprar un terreno; o de largo plazo, como es el retiro. En cualquiera de esos casos se propone una meta y el ahorro es el medio con el que la logrará.
Además de los planes que tenga, la ventaja que le dará ahorrar es que le permitirá organizar mejor su dinero y establecer prioridades al gastar. Pero, en mi opinión, la principal razón por la cual todos debemos ahorrar es por la tranquilidad que da saber que se tiene ese fondo.
Una vez dé el paso lo primero que debe hacer es determinar para qué será. En caso que sea para metas de corto o mediano plazo y va a empezar de cero, puede hacerlo con la tradicional alcancía y una vez que haya reunido lo suficiente para abrir una cuenta bancaria, hágalo. Eso le alejará de la tentación de echar mano al dinero que vaya juntando, pues no lo tendrás tan al alcance.
Cuando haya logrado reunir un monto considerable y tenga seguridad de que ese dinero no se va a tocar, una buena alternativa son los depósitos a plazo, que pagan más del doble de intereses que las cuentas de ahorro regulares. Ojo: este instrumento solo sirve cuando realmente hay disposición de no usar ese dinero, pues implica una penalización en caso de retirar el fondo antes del tiempo pactado. Los depósitos pueden hacerse a un plazo desde un mes hasta dos años y el mínimo es aproximadamente 20 mil córdobas o mil dólares.
No me cansaré de insistirles en que siempre hay formas de recortar gastos y que esa es la única manera en que lograrán sostener el ahorro. Revisen su presupuesto y ajusten donde haya que ajustar para garantizarse esa tranquilidad que le proveerá el ahorro.
“Lea” opina que solo hay dos formas en que se aprende a ahorrar: cuando se inculca (por ejemplo desde la niñez) y cuando las circunstancias le hacen darse cuenta de que es necesario para enfrentar situaciones imprevistas. ¿Usted, de qué forma desea aprender?