¿Cómo se siente al pensar que su hija o hijo, sobrinos, primitos o cualquier niño o niña a la que le tenga afecto, cuando sea adulto vivirá agobiado por las deudas y sin un córdoba para hacer frente a sus emergencias? No es para nada grato, ¿verdad? Pues formar adultos financieramente felices o desdichados depende de nosotros, quienes estamos a cargo de la formación de esa niñez.
A nivel global se ha concluido que la educación financiera es vital para el desarrollo de los países. Incluso la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha promovido que se enseñe en las escuelas, pues… ¿qué creen? El aprendizaje de los hábitos que nos librarán de las cadenas financieras debe iniciar desde pequeños.
Muchos de ustedes se estarán preguntando: “Pero si ni yo soy ordenado con mis finanzas, ¿cómo puedo enseñarle a mis hijos? Y tiene razón, pero como nunca es tarde para dejar la prisión de la mala administración de nuestro dinero, podemos emprender el camino juntos.
El ejemplo es la clave. Usted podría recitar de memoria las mejores lecciones financieras a sus hijos, sobrinitos, primitos o vecinitos, pero si no le ven aplicarlos, de nada servirá. El ejemplo vale más que mil discursos.
La alcancía no es suficiente. Sin duda inculcar el hábito del ahorro desde pequeños es elemental si queremos formar adultos ahorradores, que siempre tengan fondos para hacer frente a cualquier situación. Pero si cree que con comprarle una alcancía a sus hijos ya hizo su labor de formarlos financieramente, está equivocado. La educación financiera en la casa trasciende la alcancía, incluye lecciones del día a día.
Para fomentar el ahorro hay que empezar lo más temprano posible, pero una vez que el pequeño o pequeña ya pueda más o menos entender y recordar orientaciones. La edad variará según cada niño —no todos son iguales—, por lo que algunos puedan dar los primeros pasos desde los 3 o 4 años, mientras otros un poco más tarde. Lo importante es hacerlo, especialmente después de los 8 años, cuando tendrán más conciencia sobre la importancia de ahorrar.
El primer paso debe ser hablar con el niño, explicarle que de ahora en adelante todos los días (día de por medio o según la situación), depositarán ahí dinero para en un futuro cumplir una meta.
Aquí es elemental fijarse un propósito. Por ser niños esa meta debe ser algo que deseen mucho, pero que represente un pequeño monto (incluso podría ser su dulce favorito), pues es necesario que en un plazo corto vivan la satisfacción de ver materializado su esfuerzo, para no desmotivarlos. Podría ser, por ejemplo, fijarse como meta comprar su galleta favorita. En vez de ir a la pulpería y concederle el deseo, explíquele que de ahora en adelante ahorrarán para comprarla, anímele a guardar todos los días la cantidad fijada (un córdoba, por ejemplo) y una vez alcanzado el monto necesario, cumpla la meta.
Será clave esa primera satisfacción, ver que pudo obtener por sus medios, por su esfuerzo y constancia, eso que tanto quería. Una vez sembrada la “semillita”, se debe ir elevando la meta: luego podría ser un juego, una bicicleta, etc. Lo importante es enseñarle que para obtener lo que desea, debe ahorrar; que es mejor hacerlo de ese modo en vez de a través de un crédito. Eso le servirá mucho cuando grande, ¿no cree?
Obviamente a esa edad no se podrá fijar metas a un plazo demasiado extenso, pero conforme crecen hay que ir elevando la meta y el plazo.
Cuando ya sean un poco más grandes hay que enseñarles a ahorrar para cosas inesperadas (sus pequeñas emergencias): que si se poncha la llanta de su bicicleta tengan un fondo con qué hacerle frente.
No ceder. Como madre puedo dar fe de lo difícil que es mantenerse firme ante una rabieta o un par de ojitos tristes que anhelan algo que vieron en una tienda o el supermercado, pero si vamos cediendo a esas pequeñas cosas —y peor si lo hacemos violentando nuestro presupuesto o a través de deudas— les estaremos enseñando lo equivocado: que se puede tener lo que quieran sin esforzarse por ello.
Si vamos cediendo ante esos caprichos, en un futuro ese niño será un adulto que no sabrá diferenciar entre los deseos y las prioridades, que se verá envuelto en un sinfín de deudas preso de sus antojos.
Ojo: esto es algo del día a día y que se debe predicar con el ejemplo. Empecemos nosotros por dejar de ser víctimas de nuestros deseos, empecemos a economizar, usar un presupuesto, comparar precios, saber diferenciar entre promociones espejismo y descuentos reales, entre muchas otras cosas que solo la constancia nos permitirá.
Que tengan su dinero. Es vital que desde pequeñitos entiendan para qué sirve el dinero y cómo se obtiene. Para ello hay que hablar sobre dinero con los hijos. Ellos deben entender que nosotros debemos trabajar muchos días a la semana para obtenerlo, por tanto debe administrarse con suma responsabilidad. En su caso lo ideal sería darles una cantidad de dinero periódicamente, cada semana podría ser un buen inicio, pues le será más fácil administrar pequeños montos para lapsos pequeños.
Nuevamente Ojo: no les demos dinero por dárselo, no les mandemos el mensaje de que es nuestra obligación o que “se lo merecen”. Hay que fijarle una tarea en la casa y que ese dinero sea en concepto de pago, como una especie de salario. Así sabrá que si quiere tener dinero, debe ganárselo. Si no cumple la tarea, no hay pago. Cuidado también con la tarea a fijarles, no vaya a remunerarles por sus obligaciones irrevocables (limpiar su cuarto, ordenar sus juguetes…), sino que asígnele otro tipo de actividades; podría ser alimentar a las mascotas o mantener limpia el área donde se encuentren, lavar los trastes, entre otros.
Se vale errar. Conforme vayan creciendo, irán decidiendo cómo usar su dinero. Ahí es necesario que se les deje cometer errores, para que aprendan de ellos. Es importante dejarles tomar sus decisiones sobre cómo administrarlo, no decida usted sobre cómo usar su dinero.
El papel de los adolescentes. Conforme dejen de ser niños, debemos ir dándoles más responsabilidades en el manejo de las finanzas. Asignarles responsabilidades, como hacer los pagos de servicios básicos o ir fiscalizando la ejecución del presupuesto familiar. La idea es involucrarlos en la administración.
Y usted, ¿cómo aportará a la felicidad financiera de sus hijos?
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