En el mundo financiero existe un refrán popular: “La utilidad es una opinión, el efectivo es una realidad”, este sirve para ilustrar el problema que representa centrarse solamente en la ganancia obtenida, de hecho en el ambiente de los negocios la mayoría de medidas sobre desempeño de las empresas están basadas en resultados de la última línea, lo que se conoce como utilidad neta después de impuestos.
En sus orígenes, la contabilidad se basaba en el efectivo, es decir los ingresos, costos y gastos se registraban únicamente si representaban una entrada o salida de dinero. Hoy en día, el enfoque principal de la contabilidad es registrar ingresos, costos y gastos cuando ocurre la venta de bienes o servicios, no necesariamente cuando se recibe o se paga el dinero respectivamente. Es por ello que en la utilidad se consideran ventas a clientes que están pendientes de pagar y costos que no hemos pagado a proveedores.
Nuestro resultado financiero puede sufrir ajustes cuando se aplican una serie de reglas y tratamientos contables. Algunos ejemplos de esto son: las reglas de depreciación, el considerar algunos rubros como gastos o activos, el reconocimiento de ingresos o la posibilidad de reevaluar activos, entre otros. Desde luego, las reglas de contabilidad nos permiten claridad y consistencia en los reportes financieros que aseguran la confiabilidad de la situación financiera de la empresa, sin embargo en algunas ocasiones la utilidad neta puede ser diferente a nuestro dinero disponible.
Uno de los mejores indicadores de la salud financiera de un negocio o una persona es su nivel de efectivo. No hay nada más claro que eso, aquí no hay reglas, se tiene o no se tiene el efectivo, esa es la realidad. El contar con dinero en mano habla de la capacidad para gestionar necesidades de inversión, gastos y hacer frente a compromisos con bancos y proveedores. El efectivo es como el oxígeno, no es la razón principal de nuestra existencia, pero si un día hace falta estemos muy seguros que lo notaremos. El efectivo está por encima de todo, el efectivo es el rey.
Para gestionarlo adecuadamente debemos hacernos dos preguntas claves: ¿cuánto dinero tenemos hoy en el banco? y sobre todo ¿cuál es la expectativa de flujo de efectivo a generarse en el futuro? El flujo de efectivo es esa herramienta que nos permite entender cuáles son las fuentes o entradas de fondos que tenemos, pero principalmente en qué estamos usando nuestro dinero.
Al aplicar esta herramienta podremos conocer si nuestros flujos están directamente relacionados con la operación, producto de nuestras ventas de contado, gastos, cobros de cuentas a clientes o pagos que estamos realizando a proveedores. O si nuestro dinero está siendo dirigido a actividades de inversión en activos de más largo plazo. O si quizás lo estamos usando para pagar deudas e intereses o por el contrario estamos recibiendo fondos adicionales vía financiamiento. Finalmente con estos movimientos podremos estimar nuestro saldo final en caja y bancos, el cual no puede ser negativo y de ser así debemos tomar acciones para corregirlo. Aquí la importancia de anticiparse al futuro.
Tanto empresas como personas deben estar claros de la importancia del efectivo. Su disponibilidad es esencial no solo para evitar la posibilidad de un cierre de operaciones, sino también para tomar ventaja de varias oportunidades de crecimiento y además nos permite prepararnos para momentos de incertidumbre. Cuando planees hacer un negocio asegúrate de realizarlo únicamente cuando entiendas todas las implicaciones e impactos en el flujo de efectivo no solo en la utilidad, a fin de cuentas el efectivo es un rey que quisiéramos tener siempre de aliado.
*Profesional de las finanzas, consultor y profesor de maestrías.