Andrea Salinas
En algún punto de la vida, uno llega a tocar fondo o a realizar medidas desesperadas para casos donde realmente amerita y terminás preguntándote cómo sobrevivir la quincena. Y es que, en la realidad que vive un nicaragüense, la supervivencia es una de las medidas más ingeniosas que hace cada uno diario. ¿Por qué lo digo? Porque me pasó y me enseñó que gran parte del tiempo gastamos en cosas que no son indispensables.
Estoy culminando mis estudios universitarios y trabajo desde hace tres años, cuando cursaba el segundo año de mi carrera, por lo que administrar mi dinero no es nuevo para mí, aunque debo aclarar que nunca había estado en una situación de este tipo.
Los gastos cuando culminás una carrera universitaria, además del regocijo y placer que te provoca, son tantos que se transportan automáticamente a tu bolsillo y te ves imposibilitado de cumplir semejante «logro», o se saborea muy poco.
En ambas quincenas de diciembre 2019, yo había ahorrado un pequeño monto para los trámites de titulación, sabiendo que me implicaría un gasto grande, pero por situaciones familiares que eran urgentes los tuve que usar. Uno nunca sabe lo que pasará en el futuro y por esto es necesario el fondo de emergencias, yo agoté el mío en ese entonces.
En la segunda quincena de enero me tocó decidir si posponer el trámite de mi título universitario (todo lo que conllevaba) y transcurrir mi quincena de manera normal, u obtener mi título en tiempo y arreglármelas para sobrevivir con el dinero que me quedara disponible. Adivinen qué ganó… ¡por supuesto! o yo no estaría aquí contando mi experiencia.
Según mi presupuesto, mis ahorros con los que comencé el año eran intocables y para nada una opción de salvación en ese entonces. Así que resolví: presupuesté mi quincena con la única salvación que me ayudaría a no perecer, lo que quedaba de mi salario: quinientos córdobas (equivalentes a 14.70 dólares).
Cómo sobrevivir la quincena
Asumí desde ese momento: «con la crisis en este país y lo cada vez más caro que se ponen algunos productos, claro que no lo voy a lograr, en 3 días no los tendré y tendré que recurrir a pedir prestado». Pero esa opción solo perpetuaría el ciclo de préstamos y pagos en cada quincena, así que no me ayudaba en nada con respecto a mantener finanzas sanas este año.
Así que era simple: según los días que faltaban para el próximo día de pago mi disponibilidad era de C$50 diarios (1.47 dólares), quedando terminantemente prohibidos los gastos fugaces o innecesarios:
- Comida chatarra o «snacks» a destiempo, esos gastos hormiga.
- Salidas no planeadas en mi presupuesto, que por muy provocativas que se miraban, no valían suficientemente la pena como para romper mi disciplina de esa quincena.
- Transporte innecesario que me justificaba mis llegadas tardías.
No fue fácil, pero el primer paso era analizar el panorama: soy joven, mi salario me ayuda a cubrir parte de los gastos en casa y los demás los asume mi madre, pues en casa solo somos ella y yo. No tengo hijos ni deudas, ni nada pendiente que podría succionar mi salvación, así que supuse que sí podría lograrlo.
¿Qué aprendí en esta experiencia?
Lo mejor de esta experiencia fue la disciplina que aprendí. Hasta antes de esto cuando iba a algún lado y me retrasaba unos minutos, solía decirme: «no importa, tomo un taxi y llego en X minutos», eso probablemente resolvía mi tardanza, pero creaba una fuga perpetua en mi mente, de que podía resolver todo con el poco dinero que tenía. Cuando te ves forzado/a a sobrevivir la quincena con poco, todo se ve desde otra óptica.
Me obligué a prepararme más temprano e incluso llegar a cualquier lugar minutos antes, solo ocupando transporte público, caminando y ordenando mis salidas. Plus: me ejercité bastante en las largas caminatas, así que esa fue una acción ganar-ganar.
El comer fuera de casa, las salidas o ‘’antojos’’ en destiempo eran una fuga siempre presente en mi bolsillo, pero fue algo que erradiqué con esta experiencia: según este artículo de Dele Peso a sus Pesos, resolví usando todo lo que tenía a mi alcance en casa y desarrollé aún más mis destrezas culinarias. Esto puede sonar muy fatigoso pero el dinero que pude haber gastado por «ahorrarme la cocinada» seguía en mi bolsillo. Otra acción ganar-ganar.
En cuanto a las salidas no planeadas o tentadoras, les di un giro de 180 grados: mi círculo de amigos cercanos es bastante cerrado, entonces con mi pareja ideamos salidas en casa de alguno de ellos y propuse la mía.
Pasamos de buscar qué restaurante visitar cada fin de semana luego de pago, a improvisar recetas y disfrutar el tiempo que invertíamos preparándolas. No sólo nos ahorró dinero, sino que mejoramos en la cocina y el tiempo era algo que no se le podía poner un precio.
Si nos dejamos de rodeos, nos damos cuenta que las situaciones donde tenemos que sobrevivir con poco dinero son difíciles de escapar y los panoramas son diferentes para cada persona. No digo que no gasté un centavo en esos quince días; pero sí los usé en lo que realmente era importante (pues aprendí a identificarlo, como un súper poder) y aproveché ciertas ventajas que convertí en oportunidades, como el hecho que mi trabajo está a 10 minutos desde mi hogar en bus, y a 30 minutos caminando; o que mis zonas donde suelo estar o concurrir coinciden con la proximidad de donde vivo o viven mis seres queridos.
En cualquier caso, la poca disponibilidad de dinero no es un juego que cualquiera pueda jugar, pero todos sí podemos trabajar en las decisiones que tomamos en el día a día y cómo nos hacen gastar, y cómo nos sentimos al respecto. Aprovechar los beneficios alrededor, colaborar con amistades o familiares para reducir esos «pequeños» grandes gastos tanto como sea posible, es también una oportunidad para sobrevivir.
No fue fácil, ni lo será pronto, pero si yo pude salir victoriosa de esa difícil quincena, vos podés también.